lunes, 18 de enero de 2010
La pobreza persiste en las poblaciones indígenas
La pobreza y la desigualdad son problemas, fundamentalmente de carácter estructural, que afectan a un amplio volumen poblacional si se adopta una perspectiva mundial. Abandonando momentáneamente este enfoque de carácter “macro” y focalizando la atención en uno de los colectivos que más severamente padece estos problemas, puede decirse que la tercera parte de los 900 millones de personas más pobres del mundo son indígenas. Estos datos son parte de las conclusiones del primer informe elaborado por el Foro Permanente de Asuntos Indígenas de Naciones Unidas sobre la situación de las poblaciones autóctonas a escala planetaria.
Indicar que las poblaciones indígenas constituyen uno de los focos en los que se concentran, de manera interrelacionada, las situaciones de pobreza y desigualdad con mayor intensidad no supone ninguna novedad. Sin embargo, exponer nuevamente algunos de los datos más representativos de este fenómeno puede contribuir no sólo a consolidar el conocimiento alrededor de las repercusiones que este conlleva sino también a espolear el diseño y la implementación de iniciativas para reducir dichas repercusiones. Así, a pesar de que sólo representan el 5% de la población mundial, la inmensa mayoría de los 370 millones de indígenas del planeta sobreviven con unos ingresos inferiores al dólar diario; un baremo que, según la mayoría de organismos internacionales, equivaldría a decir que estas poblaciones se encuentran en una situación de pobreza extrema o, de un modo menos técnico y más coloquial, de miseria.
A pesar de lo polémico que resulte pronunciar exclamaciones como la que siguen, lo cierto es que, a pesar de los relativos logros obtenidos durante los últimos años, buena parte de las medidas y acciones emprendidas para aminorar la gravedad de las condiciones en las que se encuentran las poblaciones indígenas han tenido un efecto moderado por no decir escaso. Por ejemplo y entre las más recientes, la Declaración sobre los Derechos de las Poblaciones Indígenas, aprobada por Naciones Unidas en 2007, los efectos que se han producido son poco visibles si es que los ha habido. Es verdad que es poco tiempo para que se produzcan cambios sustantivos sobre fenómenos de larga data. Pero este sólo es el último de los ejemplos de una serie mucho más amplia. Es decir, los resultados no deben analizarse desde el 2007 sino desde mucho antes. Y junto a los indicadores de pobreza, aquellos directamente vinculados a la medición de bienestar tampoco han mejorado. Por ejemplo y para el caso de América Latina, el 95% de los niños indígenas menores de 14 años están desnutridos en Honduras. Y este es sólo un ejemplo de los muchos que pueden encontrarse tanto en Latinoamérica como en el resto del mundo.
Para mayor detalle sobre el informe citado en los anteriores parágrafos, les dejo el vínculo al Foro Indígena de la ONU:
http://www.un.org/esa/socdev/unpfii/es/index.html
Un abrazo,
Oscar.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario