sábado, 6 de marzo de 2010
Democracia en los andes?
Hace unos días en el periódico peruano “La República”aparecía un interesante artículo de Sinesio López, uno de los intelectuales más relevantes de Perú, y en el que hacía algunas reflexiones muy interesantes sobre la situación de la democracia en la zona andina. En el caso de Colombia y Venezuela subrayaba como a pesar de la existencia de institucionalidad democrática, en ambos países se habían producido ciertos giros que podrían cuestionar si realmente tales países podrían ser calificados como democráticos. Si bien Chávez y Uribe fueron elegidos democráticamente y gozan de una enorme popularidad, generan irregularidades electorales debido a su voluntad de perpetuarse en el poder: lo que Fernando Vallespín calificaría como el “síndrome de Maquiavelo”. Se diferencian en la forma de crear los problemas electorales. Mientras Chávez utiliza el Estado y las instituciones estatales para excluir a sus adversarios del juego electoral, Uribe apela a la parapolítica (los paramilitares, los narcos y la guerrilla) para limitar el pluralismo. Aunque cabe senalar que la posibilidad de presentarse a una nueva reelección ha sido impedida por el Tribunal Constitucional precisamente por los excesos de gasto aludidos.
Entretando, en Bolivia, parece que, a pesar de la existencia de pesos y contrapesos entre los poderes, se han producido ciertos avances hacia la concentración de todo el poder en manos del Ejecutivo (basta recordar con la posibilidad de que el presidente boliviano elija a los miembros del poder judicial según su criterio y tal y como se comentó en una de las aportaciones anteriores de este blog). Algunas de estas observaciones ya han sido plasmadas en la investigación “Más allá de la democracia electoral: Hacia democracias ciudadanas en los Andes”, dirigida por Maxwell Cameron, investigador del Centre for the Study of Democratic Institutions (The University of British Columbia, Vancouver) en la que se exponen nuevas perspectivas metodológicas que para abordar el estado y la calidad de la democracia. Concretamente conviene prestar una mayor atención a otras dimensiones igualmente importantes: la capacidad de controlar a los poderes fácticos (tema planteado por Terry Lynn Karl y Philippe Schmitter), el nivel de democraticidad del Estado (Guillermo O´Donnell) y el sistema hegemónico (Gramsci y Schmitter).
No es nuevo afirmar que no hay democracia si los poderes fácticos distorsionan los procesos electorales y gobiernan sin haber sido elegidos. Asimismo, no hay competitividad electoral si los candidatos favoritos de los poderes fácticos monopolizan la información. En los países andinos y en la mayoría de los de América Latina estos problemas son palpables y hay que incluir algunos más que tampoco son recientes, todo lo contrario. Por ejemplo, el imperio de la ley no llega a todo el territorio, ni a toda la población ni a todas clases sociales. No hay efectividad legal ni justicia para toda la población. Tampoco llegan a todos las políticas públicas de educación y de salud. No hay eficacia burocrática ni igualdad de oportunidades para todos. A pesar de las particularidades de cada estado, este diagnóstico podría aplicarse de manera transversal a toda la región.
Un abrazo,
Oscar.
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