viernes, 26 de febrero de 2010
Sanguinetti y la credibilidad como estrategia
Hace unos días, en un artículo aparecido en el periódico El país, Julio María Sanguinetti, ex presidente de Uruguay, realizaba unas reflexiones sobre la situación política de América Latina. Entre ellas, indicaba que la reciente elección presidencial de Chile daba un mayor crédito a los análisis que afirmaban su solidez institucional y la categoría de sus dirigentes. Como ejemplo de esta constatación, el hecho de que Sebastián Piñera, un empresario multimillonario obtuviera la victoria revela que a la ciudadanía no le asustó esta condición. En este sentido, puede pensarse que la seducción que ejerció no se produjo tanto por su persona y su riqueza sino más por sus ideas. En Argentina, la elección parlamentaria del año pasado mostró como un empresario acaudalado, Francisco de Narváez, ganó al propio ex presidente Kirchner en el distrito más grande del país -la provincia de Buenos Aires - donde el peronismo afincó tradicionalmente su mayor fuerza electoral. Se añade, en este caso, que ni siquiera es nacido en Argentina; otro ejemplo que podría corroborar lo que aventuraba para el caso chileno. Sanguinetti indica que estos ejemplos prueban la superación de un prejuicio que hasta hace muy poco tiempo habría frustrado estos resultados. Es decir, que el estereotipo de empresario, ávido de ganancias y sólo atenido a su interés personal, impedía que se le pudiera tomar en cuenta para una Administración pública orientada por el bien general. En la dirección opuesta y en su tiempo, se encuentra la victoria de Lula, obrero metalúrgico sin ninguna formación académica. Un suceso que se reproduce en Uruguay con un antiguo guerrillero, José Múgica. Por tanto, estos casos mostrarían como la falta de formación no invalida las aspiraciones para las altas esferas de la política. Otros ejemplos podrían ser válidos aquí: quizás Evo Morales sea uno de los más representativos. Estos casos situados en extremos opuestos pueden hacer pensar que el respaldo ciudadano se justificaría tanto en la vertiente emocional de líderes como Lula como en la imagen de eficacia de Piñera. A éste no le impidió ganar la circunstancia de ser rico ni al otro la de no tener formación. Bastaba la imagen de credibilidad, que respondía en cada caso a una demanda de la sociedad. Tal vez esa sea realmente la clave más decisiva del éxito político en la actualidad y Sanguinetti esté en lo cierto.
Un abrazo,
Oscar.
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