sábado, 1 de enero de 2011

Latinobarómetro, Perú y la década de América Latina


En otras aportaciones a este blog, ya se ha hecho referencia no sólo a la aparición del Latinobarómetro 2010 sino también a los progresos de América Latina durante los últimos años y las perspectivas de futuro para la región durante la próxima década - el Banco Interamericano de Desarrollo afirma que, la que está por venir, será la década de la región - en un contexto de crisis generalizada para muchos otros enclaves geográficos. De hecho, como ya se había señalado anteriormente y según el Latinobarómetro, el año 2010 se considera como el mejor en cuanto al estado de la democracia desde que empezaron estas mediciones a mediados de la década de los años noventa. Los índices de apoyo a la democracia son los más altos de los últimos doce años y mejora también tanto la aprobación del congreso como la de los partidos.

Por su parte Perú, fue el que más avanzó en la valoración de la democracia entre el año pasado y este, tras Ecuador y Colombia; en cuanto a los porcentajes de apoyo a la democracia, Perú país escaló de 40% en 2005 a 61% en 2010. Estos avances se dan el marco de un contexto económico favorable (aunque en él prevalece la incidencia de la pobreza y la permanente desigualdad – transversal en la mayoría de los países de América Latina), por lo que se ha configurado un escenario dotado de oportunidades para cimentar el desarrollo económico con la consolidación de las instituciones democráticas.

Cómo aprovechar esta oportunidad es tanto el desafío para países de la zona andina, como los mencionados, como para toda la región; de hecho, a pesar de que las diferencias entre unos países y otros son significativas, podríamos cuestionar si realmente hay casos en los que las instituciones democráticas estén bien arraigadas y su desempeño se produzca sin distorsiones. De hecho, podría decirse que el gran obstáculo a superar se encuentra al interior de las que deberían ser las grandes beneficiarias del proceso; la propia debilidad institucional, en general, y de las democráticas en particular pueden no sólo ralentizar el proceso sino incluso detenerlo y provocar consecuencias en ámbitos fuertemente vinculados como el propio crecimiento económico. Por ejemplo y para Perú, uno de los rasgos que caracteriza al país es el desajuste existente entre el apoyo a la democracia y la satisfacción con su funcionamiento (la brecha más alta, en base a los datos del Latinobarómetro, después de Bolivia y Venezuela).

Asimismo en el mismo Latinobarómetro, Perú aparece en los últimos lugares de la región en aspectos muy específicos: los niveles de confianza más bajos en los partidos, el Congreso y el Poder Judicial; la más baja aprobación a la gestión del gobierno; la peor evaluación de la situación de la seguridad ciudadana, y la más baja aprobación a las políticas en ese terreno campo; la peor percepción de los avances en la lucha contra la corrupción (junto a Guatemala); la mayor insatisfacción ante la situación económica, (junto con Guatemala y México); la menor confianza en el mercado y el sector privado; asimismo, los más bajos niveles de confianza interpersonal, junto con Paraguay y Brasil.

Casos como el de Perú son buenos ejemplos para ir más allá de lo que especifican las medias regionales y también para ver que América Latina esconde múltiples realidades en su interior a pesar de los tiempos de relativa bonanza. Simultáneamente, el caso peruano es también un exponente de que dicha bonanza – a pesar de fenómenos como el excepcional crecimiento económico del país – puede haber sido claramente insuficiente como para reducir dinámicas tan arraigadas como las mencionadas a través de los resultados que el país registra en el Latinobarómetro. Nuevamente, el reto se sitúa aquí.

Un fuerte abrazo y Feliz 2011,

Oscar.

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