martes, 14 de junio de 2011

Ecuador y el caso Texaco-Chevron


La estrategia de ampararse en la explotación de los recursos naturales ha sido una de las más empleadas, por parte de diversos países en procesos de desarrollo, como uno de los medios a través de los que impulsar el crecimiento económico. Diversas experiencias han acabado mostrando como la excesiva dependencia sobre esta estrategia deriva en diversos problemas y dinámicas perniciosas en etapas futuras; entre ellas, el hecho de que esta estrategia difícilmente resulte sostenible (escasez de los recursos naturales) y pueda conllevar externalidades negativas de diverso tipo (daños medioambientales y, por consiguiente, la dificultad para la renovación de recursos naturales escasos de por sí, entre otros – todo ello sin olvidar los daños causados en las poblaciones que habitan en las zonas de explotación de estos recursos y el estallido de conflictos y tensiones derivados de esta situación).

Tradicionalmente, Ecuador ha sido uno de los países que se ha visto conducido hacia una significativa dependencia de la explotación de los recursos naturales disponibles para espolear los procesos de crecimiento económico; especialmente, en lo que se refiere a recursos petrolíferos. Sin embargo y al respecto, debe advertirse que, durante los últimos años, la consciencia de los riesgos que puede conllevar una excesiva dependencia de la explotación petrolífera (señalados anteriormente) ha provocado un progresivo cambio de perspectiva en cuanto a esta estrategia. Iniciativas innovadoras, como la del Yasuní, se han basado en la conservación de los recursos naturales y la búsqueda de otras fuentes de financiación con la certeza de que, si bien la explotación petrolífera puede generar una importante fuente de ingresos para un país con indicadores como los de Ecuador, a la larga el perjuicio que puede generarse no se ve compensado con esta entrada de capital a corto plazo.

Al margen de la iniciativa del Yasuní (que ya ha sido comentada en anteriores aportaciones a este blog), Ecuador puede mostrar algunos otros ejemplos de las repercusiones (negativas, en este caso) que conlleva y puede conllevar el empleo del petróleo como estrategia de desarrollo; unas repercusiones caracterizadas no sólo por daños económicos y sociales sino también por las disputas entre diversos actores con sus respectivos intereses. En este sentido, me ha parecido pertinente rescatar algunas consideraciones, basadas en un artículo que leí hace unos días y que remite a la demanda a la petrolera Texaco-Chevron sobre daños en la amazonía ecuatoriana. Se calcula que Texaco perforó 356 pozos de petróleo en la Amazonía ecuatoriana y que, por cada uno de ellos, construyó espacios para arrojar los desechos tóxicos y para almacenar agua tóxica usada para extraer el petróleo. Dichos espacios eran construidos lo más cerca posible a un río para eliminar los residuos de de un modo sencillo y poco costoso. De este modo, el problema del suelo se trasladaba al agua; una agua que llevaba azufre y otros tóxicos por su contacto con el petróleo y que, al evaporarse, caía sobre la selva en forma de lluvia ácida.

La empresa Texaco, adquirida por Chevron en 2001, empezó a perforar en las provincias de Sucumbíos y Orellana, con una concesión del Gobierno en 1964 y salió de la zona en 1990. Los efectos documentados de la extracción petrolífera son varios. Entre ellos, destaca la progresiva desaparición de pobladores originarios como consecuencia de los efectos ocasionados. Se calcula que, de las cinco tribus indígenas existentes, antes del período de explotación petrolífera, actualmente ya han desaparecido dos de ellas: Tetetes y Sansahuaris. El envenenamiento de los ríos acabó actividades como la pesca y, por tanto, con buena parte de la economía de subsistencia en la selva. Junto a esta dinámica, cabe añadir aquella marcada por factores como las enfermedades y las consiguientes defunciones de los moradores de la zona.

La situación adquirió relevancia internacional a raíz de la publicación del libro “Amazon Crude” de Judith Kimberling y que facilitó la primera demanda contra la compañía petrolífera el 3 de noviembre de 1993, en Nueva York. Texaco alegó que Estados Unidos no era competente para juzgar el caso y que, de existir el daño, debía juzgarse en Ecuador. La sentencia – que tuvo lugar el 16 de agosto de 2002 - aceptaba que el juicio se realizara en Ecuador y, de este modo, el 7 de mayo de 2003, se presentó de nuevo la demanda ante la Corte de Justicia de Sucumbíos y los afectados (un colectivo de, aproximadamente, 30.000 campesinos e indígenas) por el vertido reclamaron una indemnización de 27.300 millones de dólares, en la que estimaban el coste de las reparaciones por las muertes y las enfermedades más la limpieza completa de la zona. Los daños causados en la zona han situado el caso como una experiencia similar a otras de referencia como el desastre nuclear en Chernóbil (Rúsia), el vertido del petrolero Exxon Valdez en Alaska o el reciente vertido de British Petroleum en el Golfo de México.

El 14 de febrero de 2010 se emitió la sentencia en el tribunal de Lago Agrio que condenaba a Chevron-Texaco a pagar 8.560 millones de dólares; una sentencia que ha sido recurrida…A la espera de lo que suceda, el relato que se presenta en esta entrada no tiene la pretensión de identificar a unos como culpables y a otros como inocentes. De hecho y seguramente, la cuestión es mucho más compleja, con muchos más actores y con la dificultad de poder atribuir directamente responsabilidades a unos y otros. Asimismo, la presentación de cifras económicas no implica situar únicamente el problema en esa dimensión; al contrario. Simplemente, la estimación de costes se ha presentado como un medio para presentar la gravedad de los efectos que conlleva no sólo la extracción sino la gestión errónea – ecológicamente no responsable - de la misma.

Estas líneas, han tenido la pretensión de evidenciar que, si bien la estrategia de explotación de recursos naturales puede tener beneficios a corto plazo, puede ocasionar perjuicios más costosos a largo plazo. En este sentido, tal vez y poniendo como referencia nuevamente a la iniciativa del Yasuní, es necesario pensar si lo que, hace unos años podía parecer como una estrategia de impulso y progreso, se convierte ahora en un daño difícilmente reparable. Nuevamente tal vez, la clave del éxito radicaría en disponer de una actividad económica más diversificada y ecológicamente responsable (probablemente, el uso de medios seguros hubiera permitido no agravar la situación en el caso Chevron). Afirmar esto no supone ningún tipo de novedad, al contrario. Sin embargo, ante las premuras del corto plazo, existe una tendencia a postergar los ideales y desplazarlos hacia un segundo plano. Tanto es así que la propia iniciativa del Yasuní ha sufrido vaivenes durante los últimos años…ejemplos como los del caso Texaco-Chevron, tal vez, pueden suponer una clara advertencia de lo que puede suceder si estos ideales siguen postergándose a perpetuidad…

Un abrazo,

Oscar.

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