viernes, 14 de mayo de 2010

América Latina y el Índice de Oportunidad Humana


Progresivamente han ido apareciendo herramientas e instrumentos destinados a medir los progresos experimentados por diversas sociedades, países, regiones y otros enclaves geográficos. Menor proliferación han tenido aquellos que han tratado de calcular aquellos avances necesarios para que los anteriores progresos puedan materializarse. Sin embargo, este desequilibrio se va estrechando cada vez más. La disponibilidad de datos, las mejoras tecnológicas y la creciente habilidad de los expertos para combinarlos pueden explicar, en buena parte, este fenómeno. Estadísticos como los que maneja el Índice de Oportunidades Humanas (IOH), diseñado por el Banco Mundial, contribuyen a visualizarlo. Este índice permite medir en qué nivel las circunstancias personales (como el lugar de nacimiento, la riqueza familiar, la raza o el género) impactan sobre la probabilidad de que un niño acceda a los servicios necesarios para gozar de éxito en la vida (no entraremos ahora a delimitar qué se entiende por ello; aunque sería muy necesario), tales como la educación primaria, el agua potable o la conexión eléctrica. Analizando el caso de América Latina, el IOH precisa que la región ha avanzado en abrir nuevas puertas para los procesos de desarrollo aunque todavía es muy amplio el camino por recorrer; hasta ahí poca novedad. Las noticias vienen cuando se anuncia que, al ritmo actual, se requerirá una generación para que la región logre universalizar los servicios básicos que se requieren para “realizarse” en la vida. Desde la perspectiva de la equidad, incluso los países delanteros están muy lejos de lo que, en términos generales, se considera el “mundo desarrollado”; un hecho que se explica también por las grandes disparidades al interior de los países. El Banco Mundial expresa que todos los países de América Latina y el Caribe aumentaron su IOH en los últimos 15 años, algunos bastante rápido (la mejora más acelerada tuvo lugar en México). Pero hay mucha variación entre países: desde Chile, con el mejor desempeño (IOH de 95; el máximo posible es 100) a Honduras (51). A pesar de los esfuerzos realizados durante la última década, la equidad no ha mejorado de un modo significativo; las circunstancias personales aún resultan muy determinantes para los sectores más jóvenes de la población, el nivel de educación de los progenitores muy probablemente determinará el suyo y el lugar de nacimiento sigue siendo el principal predictor de su acceso a infraestructura básica. Esta realidad, si bien contundente, es también el primer paso sobre el que actuar; si bien no hay una manera clara ni estandarizable para hacerlo, contribuciones como la mencionada son, por ahora, no tanto un patrón definitivo sino un aporte que permite avanzar hacia el encuentro de los que lo serán en un futuro a corto plazo.

Un abrazo,

Oscar.

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