domingo, 9 de agosto de 2009

Vuelve El Niño


La corriente de Humboldt bordea la costa oeste de Sudamérica. Se trata de una corriente fría que, entre los meses de diciembre y marzo, se retira; una dinámica que produce una consecuente subida de temperatura del agua del mar. Nuevamente, a partir del mes de marzo, la corriente de Humboldt retorna y el sistema recobra sus condiciones normales.

En determinados años, el calentamiento de las aguas empieza antes y se prolonga más allá de los meses habituales y da origen a lo que se ha venido a llamar el fenómeno de “El Niño”. Cabe precisar que la comunidad científica sólo utiliza esta expresión cuando el fenómeno se extiende más allá de lo considerado habitual. Dicha anormalidad acostumbra a aparecer en períodos que van de los dos a cinco años, con una duración media de doce meses. El Niño se lleva produciendo con esta periodicidad aproximada durante los últimos siglos. La primera referencia escrita sobre él se produce en 1891 mediante un artículo del doctor Luis Carranza en el boletín de la Sociedad Geográfica de Lima y en el que llamaba la atención sobre una contracorriente de norte a sur entre los puertos peruanos de Paita y Pacasmayo. El nombre de El Niño proviene del nombre que le pusieron los marineros de Paita – en alusión al niño Jesús puesto que el fenómeno aparecía justo después de Navidad. Hasta la década de 1960 no se advirtió que, lejos de ser una corriente local, afectaba a todo el Pacífico tropical.

Los expertos en la materia pronostican su regreso durante el presente año después que hiciera su última aparición en 2006. Los primeros indicadores que han advertido esta nueva llegada han sido las temperaturas al alza que se han registrado en la zona centro y este del Pacífico ecuatorial. Básicamente, según las normas establecidas por la Organización Meteorológica Mundial, cuando el incremento de temperatura es superior al medio grado durante tres meses o más ya se considera oficialmente la llegada de El Niño.

Al margen de su aparición como tal, hay que tener en cuenta los efectos derivados de la misma. Por ejemplo, entre 1997 y 1998, el fenómeno de “El Niño” provocó, en todo el mundo, unas pérdidas directas valoradas en 24.000 millones de euros así como 24.120 muertos y 6.250.000 desplazados, de acuerdo a los datos aportados por el estudio “Compendio de variabilidad climática” elaborado por la Administración Atmosférica y Oceánica de Estados Unidos. Estas devastadoras consecuencias se deben precisamente al hecho de que el fenómeno de El Niño supone la interrelación entre atmósfera y océano así como las consecuencias que de ello se derivan: los cambios térmicos del agua del mar tienen un reflejo automático en la circulación de los vientos y, a su vez, las alteraciones en la atmósfera condicionan la temperatura del agua. La masa de agua caliente situada en la superficie provoca que el aire que está en contacto también aumente su temperatura y, de esta forma, asciende provocando lluvias y tormentas.

Por ejemplo, hace 11 años, el Niño dejó en Perú un 26.000% más de lluvia en relación a los parámetros considerados como normales. Durante El Niño de 1997-1998, la temperatura del agua del mar frente a Perú se encontraba hasta 8ºC por encima de estos parámetros. Así, en algunas zonas se recogieron hasta 700 litros por metro cuadrado en un mes. Los daños estimados que estos cambios causaron en el país fueron de 2.400 millones de euros. Para el El Niño de este año, las probabilidades de que algunas de las regiones del país reciban precipitaciones superiores a la media se sitúan alrededor del 50%.

Un abrazo,

Oscar.

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