miércoles, 3 de junio de 2009

Hacia el cumplimiento de la "Ley de partidos en Perú"


En algunos de los posts anteriores de este blog se ha hecho referencia a la ruptura (y, tal vez, inicio de una regénesis) del sistema de partidos en Perú; sin embargo, apenas se han mencionado los avances que, en los últimos años, se han producido para tratar de paliar las deficiencias que dichos partidos (se podría entrar en un intenso debate para determinar cuál entra en la categoría) han arrastrado durante las últimas décadas. Entre estos progresos, con sus virtudes y sus deficiencias, se encuentra la conocida como "Ley de partidos" que ha venido a establecer un conjunto de requisitos para formalizar el status partidario en el país y, como se mencionaba, reducir los efectos nocivos (por ejemplo, la aparición de los outsiders y la proliferación extrema de partidos en procesos electorales) que estas deficiencias tenían sobre en el sistema político, en particular, y sobre los procesos de fortalecimiento institucional y goberanabilidad democrática, en general. En este sentido, creo que es interesante atender a uno de los últimos artículos que Martín Tanaka (al que suelo acudir) elabora sobre los procesos de democracia interna que durante estos días han experimentado el Partido Aprista Peruano y Acción Popular; tal vez, los dos únicos partidos políticos (con la excepción del Partido Popular Cristiano) que pueden localizarse en Perú y con raíces históricas previas al período fujimorista.

Un abrazo,

Oscar.

"¿Renovación partidaria?" de Martín Tanaka; publicado en La República (2 de junio de 2009).

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"En los últimos días se realizaron elecciones internas en dos de nuestros partidos “históricos”, el Partido Aprista Peruano, fundado en 1930, y Acción Popular, en 1956. El PAP inició el proceso de elección de secretarios regionales y distritales que terminará con la elección de Secretario General, y AP acaba de elegir a su nuevo presidente, Javier Alva Orlandini, quien reemplazará al congresista Víctor Andrés García Belaunde. Los partidos están muy desprestigiados, se les percibe como espacios cerrados y excluyentes, por ello son muy importantes estos ejercicios de democracia interna, que deberían darse en todos los grupos políticos.

Partidos con tradición como el PAP y AP enfrentaron grandes desafíos a lo largo de su historia, y los lograron sortear con relativo éxito, lo que les permitió a ambos llegar en dos ocasiones a la presidencia mediante el voto popular. El PAP nació dando representación a nuevos sectores de trabajadores y populares en general hasta ese momento excluidos de un orden oligárquico. AP nació dando representación a nuevos sectores populares y medios resultado de la modernización del país ocurrida en la década del 50, y que no hallaban un espacio en medio del enfrentamiento entre el APRA y la oligarquía.

Estos partidos lograron además superar el más grande desafío organizacional más allá de la permanencia: sobrevivir al retiro o desaparición de su líder fundador, aunque no sin dificultades. El PAP sobrevivió a la muerte de Haya de la Torre a los 84 años en 1979, pero encumbrando a Alan García, quien funciona como una suerte de nuevo líder máximo, sin que haya una dinámica más plural dentro del partido. En AP, Fernando Belaunde recién dejó la presidencia del partido en 2001, a los 89 años, a Valentín Paniagua, quien por una serie de circunstancias excepcionales terminó siendo presidente transitorio entre noviembre de 2000 y julio de 2001. Su buena gestión podría haber ayudado a reactivar al partido, sin embargo Paniagua falleció en 2006, y el problema del liderazgo aún no ha sido resuelto. No es una buena señal que el nuevo presidente del partido sea Javier Alva Orlandini, de 82 años. No suena creíble que él será capaz de renovar y modernizar el partido.

La renovación de los partidos tradicionales enfrenta una paradoja: si bien los ciudadanos proclaman querer caras nuevas, en realidad no les prestan mucha atención a las desconocidas, por lo que las viejas se mantienen; y critican a los partidos por no ser democráticos, pero apoyan liderazgos personalistas no institucionalizados. En este cuadro, lo ideal sería que las caras viejas se dediquen a promover figuras nuevas, no a sustituirlas. Cabe destacar aquí el ejemplo de Luis Bedoya en el PPC, quien desde finales de los años 80 promovió nuevos liderazgos, hoy representados en la generación de Lourdes Flores, que superó las marcas electorales de los fundadores. Ese tipo de actitud es la que uno extraña en AP, así como en los partidos de izquierda".

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