domingo, 10 de mayo de 2009

Cambio climático, el colapso de las civilizaciones y la importancia de los recursos naturales



Los cambios climáticos unidos a la escasa atención que se ha prestado hacia la sostenibilidad y el medio ambiente – no sólo durante décadas sino siglos - han sido factores que han jugado un papel decisivo en la caída prósperas civilizaciones ancestrales como la maya o la de la isla de Pascua (arruinada por la deforestación) o diversas culturas precolombinas arrasadas por El Niño.

Lo cierto es que el ser humano (al menos en su inmensa mayoría) ha tardado mucho tiempo en darse cuenta del trasfondo ecológico de catástrofes como las señaladas. Aunque hoy el cambio climático y sus consecuencias inciden enormemente tanto sobre el presente como las predicciones de futuro de las sociedades actuales, no siempre ha sido así; de hecho, el medio ambiente ha sido considerado, tradicionalmente, como un actor secundario en la historia y a la cola de invasiones, rebeliones o crisis económicas como factores claves para explicar el conjunto de derrumbamientos sociales.

Uno de los ejemplos más ilustrativos que exponen las investigaciones más recientes es el de la enorme sequía que intervino en uno de los mayores enigmas arqueológicos: la desaparición de los mayas. Los sedimentos de los lagos del Yucatán conservan la memoria de una sucesión de sequías a partir del siglo IX, una de las cuales duró 150 años. Investigadores de la Universidad de Florida (EE UU) responsabilizan del hecho al Astro Rey, a un ciclo de 208 años de mayor actividad solar que se desarrolló en aquellas fechas.

Otro caso ilustre es el de los habitantes de la isla de Pascua. Entre los siglos XIII y XVII floreció una sociedad relativamente sofisticada; pero cuando desembarcaron los europeos en 1722 encontraron a los isleños hundidos en una decadente situación de hambre y atraso; de su esplendor sólo subsistían las colosales estatuas de piedra. La principal causa de esta involución fue la deforestación: ya sea por la tala desmedida o por otros factores – actualmente poco precisos - los nativos se quedaron sin materia prima para sus chozas, herramientas y canoas, y sin combustible para hacer fuego.

A veces el cataclismo lo produjo una combinación desafortunada. Hacia el año 1.600 antes de Cristo, una mezcla de terremotos, lluvias torrenciales y desertización provocó la desaparición de la cultura supe, creadora de las primeras pirámides en tierras americanas. El geólogo David Keefer y el antropólogo David Sandweiss, de la Universidad de Maine (EE UU), han encontrado las huellas del seísmo que erosionó los valles de la costa central peruana. A continuación, las lluvias de El Niño arrastraron el material erosionado al mar, formando una barrera de arena que luego los vientos enviaron tierra adentro. La franja costera devino en un erial, y el polvo devoró a Caral, la urbe más antigua de América.

Además, es necesario señalar que cada cambio climático tiende a producir efectos diferentes según el ámbito geográfico de referencia; lo que es lo mismo, ganadores y perdedores. Por ejemplo, la tendencia cálida entre el año 900 y el 1.300 -el llamado Óptimo Climático Medieval- apuntaló la prosperidad de Europa del Norte (¡los ingleses exportaban vino a Francia!), pero llevó a los Andes la sequía que arruinó la portentosa cultura de Tiahuanaco. Por eso los especialistas advierten de que un "determinismo ecológico" sería tan simple como reducir el medio ambiente a un escenario de la acción. Los altibajos de las civilizaciones son más complejos y no responden a una única causa. El componente ambiental decidió el resultado final en pocas ocasiones; la mayoría de las veces fue el último aspecto que declinó la balanza.

Por otra parte, no todas las culturas sucumben al desafío de un entorno adverso. Los efectos de El Niño desmembraron la sociedad supe, pero en el Perú preincaico, el pueblo chimú salió prosperó con una sabia gestión del suelo y sus recursos hídricos, por ejemplo. Asimismo, es necesario ser cauto y no ver desastres ecológicos donde nunca los hubo y como varias veces se ha hecho. Aunque no debe menospreciarse incidencia del medio ambiente especialmente cuando las poblaciones de grandes dimensiones y estructuras complejas viven al límite de sus recursos ya se vuelven más frágiles a la variación del entorno. No hace falta un cambio climático brusco para el derrumbe sino que puede bastar con la sobreexplotación de un determinado recurso.

Me permito recomendar una lectura; en su libro Colapso: por qué unas sociedades perduran y otras no del geógrafo Jared Diamond. Su principal tema de análisis es el desequilibrio entre población y recursos naturales y su tesis en la obra gira alrededor de explicar la incapacidad de las antiguas civilizaciones para entender y prevenir las causas del deterioro ambiental. En definitiva, como nos dice Diamond, la última palabra la tiene la organización social, su flexibilidad y su capacidad de adaptación a un entorno que puede ser drásticamente inestable.

Un abrazo,

Oscar.

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