domingo, 17 de mayo de 2009

Educación, premisa para el desarrollo y la lucha contra la desigualdad


La desigualdad en el terreno educativo, en todas las variables que lo condicionan (acceso a la educación – ya sea primaria, secundaria, etc; nivel de abandono de los estudios o pertinencia pedagógica de los programas existentes, entre otras), es uno de los factores que han lastrado los procesos de desarrollo en la región y que, valga la redundancia, han consolidado los procesos de desigualdad dentro de los países que componen América Latina. Si se observan algunos datos, el problema al que se está haciendo referencia resulta más visible; por ejemplo: a) el 40% de los jóvenes y adultos de América Latina, unos 110 millones de personas, no ha terminado sus estudios primarios; b) mientras el sector de mayores ingresos recibe una educación media de 11,4 años, aquel más empobrecido no llega a 3,1.

Solucionar este problema requiere de un abordaje integral; los desafíos y metas, a tenor de los datos, parecen obvios…como afrontarlos no tanto; más aún si se tiene en cuenta que multitud de planes anteriores para solventar (de un modo más prudente, “aliviar”) el problema han fracasado (de un modo más prudente, “han tenido un efecto menor al esperado”). Más aún también si se es consciente de que existe un consenso generalizado sobre la importancia de la cuestión educativa en la región y también más aún si dicha cuestión, con frecuencia, acaba ocupando un lugar secundario en las agendas políticas y económicas (también sociales, muchas veces), tanto nacionales como regionales. Asimismo, el mencionado consenso se reproduce cuando se habla de la necesidad de la educación como mecanismo para avanzar en la construcción de sociedades más justas (asignatura pendiente por antonomasia en América Latina).

Un abrazo,

Oscar.

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