miércoles, 6 de mayo de 2009

Litio: Bolivia y la lucha contra la maldición de los recursos naturales


Hace unos días se afirmaba en los medios internacionales que en el subsuelo boliviano se esconde más del 50% de las reservas mundiales de litio (uno de los minerales llamados a sustituir al petróleo). Las existencias de oro y plata boliviano se escurrieron en el pasado (básicamente durante la época de la colonia) sin que el país obtuviera mucho rédito de ello; posteriormente, una situación similar sucedió con los hidrocarburos: pese a tener la segunda reserva de gas del continente, el beneficio que se obtuvo de su explotación no mitigó los elevados niveles de pobreza que, lamentablemente, siguen achacando a Bolivia. De hecho, ya se especula que el fenómeno puede repetirse con el litio; más aún si tenemos en cuenta que factores como la debilidad institucional o los niveles de corrupción, entre otros, – presentes en la cotidianeidad boliviana – facilitaron la acción de las multinacionales y el escaso beneficio nacional de la disponibilidad de esos recursos naturales.

Particularmente, el litio se convierte en un componente estratégico si se tiene en cuenta que sus propiedades para conducir el calor y la electricidad lo convierten en el componente esencial de las baterías de los coches eléctricos- un hecho que permitiría abandonar el ya escaso petróleo. Pero el litio no sólo se emplea en la automoción (35% del uso total), sino en otros sectores como la industria médica o la informática.

La mayor parte del mineral se concentra en el salar de Uyuni (de 10.000 kilómetros cuadrados de extensión) donde se calcula la existencia de 5,4 millones de toneladas de en estado puro (un 46.3% del total mundial según la COMIBOL); una cifra superior a la especulada en Chile (3 millones – 27,2% mundial) o China (1,1 millones). Un volumen que, económicamente, equivaldría a unos 415.000 millones de euros; un dato hiperbólico para un país con un PIB de 9.000 millones de euros y, aproximadamente, 10 millones de habitantes con un salario mínimo interprofesional de 47 euros únicamente. Consciente de esta potencialidad, la nueva Constitución de la República prevé que el Estado participe del 60% de las acciones y le permita conservar el monopolio de su explotación.

Sin embargo, si bien Bolivia tiene el mineral, carece de la tecnología para explotarlo con lo que la necesidad de inversores es vital. Es el mismo dilema que afronta el país desde la nacionalización de los hidrocarburos en 2006; en buena parte, la riqueza “gasísitica” boliviana sigue bajo tierra por ese motivo. La carrera de empresas por ganar terreno apenas ha empezado; pero lo cierto es que si Bolivia controla la totalidad de la producción y comercialización del carbonato de litio, los ingresos obtenidos pueden ser enormes; más aún cuando se habla de un recurso estratégico para un mundo que vive sumido en una crisis energética. De hecho, el precio de la tonelada se ha revalorizado un 400% en seis años- hoy se cotiza a 6.000 dólares la tonelada.

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